El golpe de calor en verano, síntomas y prevención

El aumento de las temperaturas puede suponer un problema, por eso es recomendable mantenerse hidratado y extremar las precauciones para evitar el golpe de calor.

El verano es la época preferida de muchas personas: suben las temperaturas, tenemos vacaciones, podemos ir a la playa o la piscina, y también podemos hacer muchas más actividades al aire libre. Pero en algunos lugares, o en días específicos, esta subida de las temperaturas puede llegar a suponer un problema.

Nuestra temperatura corporal habitual se sitúa en los 37 grados, pero es fácil que durante el verano la temperatura exterior los supere. Cuando nuestra temperatura sube por encima de los 40 grados, y la deshidratación provoca que algunos órganos empiecen a fallar, corremos el riesgo de sufrir un golpe de calor.

Es algo que escuchamos a menudo y quizás eso haga que no lo tomemos como algo serio o grave, pero si sufrimos un golpe de calor y no lo tratamos adecuadamente, puede llegar a afectar a órganos como el cerebro, el corazón o los riñones.

Síntomas del golpe de calor

Si estamos sufriendo un golpe de calor, es muy probable que aparezca alguno de los siguientes síntomas.

  • Aumento de la temperatura corporal a 40 grados
  • Desaparición del sudor. Al llegar a esta temperatura, nuestro organismo empieza a fallar y nuestra sudoración se ve afectada.
  • Piel con apariencia seca, caliente y enrojecida. Lo normal al tener calor es sudar, pero si dejamos de hacerlo nuestra piel puede verse así.
  • Aceleración del pulso y de la respiración. El estrés por calor hace que nuestro corazón tenga que latir más rápido para bajar la temperatura corporal, y la respiración se ve afectada también.
  • Mareos o síntomas de confusión mental. Un golpe de calor puede provocar agitación, confusión, convulsiones e incluso el coma si no se trata con rapidez y adecuadamente.
  • Náuseas y vómitos.

Factores de riesgo para el golpe de calor

Existen varios factores de riesgo que pueden aumentar las probabilidades de sufrir un golpe de calor, aunque hay que tener presente que todo el mundo es susceptible a padecer uno:

  • La edad es un factor clave para soportar temperaturas extremas. El sistema nervioso central de las personas mayores empieza a deteriorarse, y en los niños todavía está en formación, por lo que son dos grupos con los que hay que tener especial precaución. Es el sistema nervioso central el que nos permite soportar los descensos o aumentos de temperatura más pronunciados.
  • Cambios bruscos de temperatura o clima. Pasar de un clima suave a uno caluroso de forma repentina, obliga a nuestro cuerpo a acostumbrarse poco a poco a este cambio. Las olas de calor son situaciones especialmente problemáticas en este aspecto, porque mucha gente no adapta sus actividades a este cambio y puede verse afectada.
  • La actividad física, que siempre es recomendada y se considera como una fuente de salud, puede suponer un problema si no se toman ciertas precauciones. Realizar ciertos esfuerzos físicos bajo temperaturas muy elevadas puede aumentar el riesgo de sufrir un golpe de calor.
  • Algunas enfermedades o medicamentos pueden facilitar la aparición de un golpe de calor. La obesidad, el sedentarismo, o problemas cardíacos y respiratorios son los principales factores a tener en cuenta. También los medicamentos vasoconstrictores, betabloqueantes, diuréticos o antidepresivos pueden aumentar el riesgo.

Es importante extremar las precauciones, especialmente si estamos dentro de alguno de los grupos que acabamos de mencionar.

Cómo prevenir los golpes de calor

Aunque no siempre dependerá de nosotros poder evitarlo, sí que podemos hacer todo lo posible para no aumentar las probabilidades de padecer un golpe de calor.

Estas son las acciones más recomendadas:

  • Mantenerse hidratado, preferiblemente con agua o bebidas que no sean alcohólicas, azucaradas o estimulantes como el café o el té.
  • Llevar ropa ligera y de colores claros. Tejidos como el lino u otros que permitan transpirar con facilidad es lo ideal.
  • Aprovechar la sombra y estar en lugares frescos. Si estamos al sol mucho rato, es inevitable que nuestra temperatura suba. Además de los problemas que puede causar a nuestra piel, por supuesto.

Ponte a la sombra en las horas de más calor

  • Evitar hacer ejercicio las horas de más calor, como el mediodía. Es habitual ver a gente corriendo a primera o última hora del día, precisamente para poder seguir haciendo deporte sin que su rendimiento se vea afectado por las altas temperaturas.

¿Y si tengo diabetes?

Las personas con diabetes tienen varios riesgos añadidos a los que ya hemos comentado anteriormente. Lo primero es que los síntomas de un golpe de calor y los de una hipoglucemia son muy parecidos, por lo que de primeras nos dificultaría saber lo que nos está ocurriendo.

Al subir la temperatura, los vasos sanguíneos se dilatan y aumenta la velocidad de absorción de la insulina. Además, también reduce los niveles de glucosa en sangre.

La deshidratación provocada por altas temperaturas hace que el flujo sanguíneo a través del riñón sea inferior, y hace que expulsar glucosa por la orina sea más difícil, aumentando la glucemia.

Como vemos, el calor excesivo puede hacer que nuestra glucosa suba o baje, lo que nos va a obligar a estar más atentos a los posibles cambios que podamos experimentar.

También es importante tener en cuenta que la insulina puede dañarse si la exponemos a temperaturas elevadas durante demasiado rato, así que recuerda cómo conservarla correctamente.


 

Aumentando los controles, y siguiendo estos sencillos consejos, no deberíamos tener mayores complicaciones. A esto hay que sumarle la adherencia al tratamiento, la dieta y la actividad física (con cuidado por el calor), y así podremos disfrutar del verano sin contratiempos.

Referencias:

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La información proporcionada en este artículo no reemplaza la relación entre el profesional sanitario y su paciente. En caso de duda, consulte siempre a su profesional sanitario de referencia.